... Assitens Kierkegards


Paseando por Copenhague. No es muy grande, es muy paseable. Tiene la frialdad arquitectónica de estas latitudes. Me gusta eso, pasear sin ningún ánimo de coleccionar visitas a cosas concretas, el puro mezclarse entre las gentes, sentir los caminos, parar y tomarse una cerveza (Carlsberg) en cualquier bar. Vagar, eso sí, evitando tantas tiendas de juguetes y el Tívoli.
Me sorprende que este país que figura entre los menos corruptos del mundo, que el máximo obsequio que se permite un cargo público es una caja de bombones cuando lleva venticinco años de servicio; este país tan civilizado, tan limpio, tan honrado, tenga entre sus señas distintivas cosas de críos, sino qué son estas tres cosas:
1. El Tívoli, un parque de atracciones, muy antiguo y eso pero un parque de atracciones al uso.
2. Los juegos de construcción Lego.
3. Y a Hans Christian Andersen, que paso a la posteridad por sus cuentos infantiles...

Visito la sirenita que me resulta de un empacho total, descarto la opción de tirarme al mar ante tamaña obra de arte: ¡¡después de esto, el caos!!.

En fin, que mientras haya cervezas podré sobrevivir a tanta exigencia cultural.
He descartado lo de ir a Christiania, república independiente, paraíso del barro, porque cada vez me pilla más lejos lo que se etiqueta como hippie. Ya me he servido la ración de diez años en la isla en la que estuve; y también descarto comer en el Noma (en esta fecha, restaurante número 3 del mundo), porque Redezpi me parece una bestia parda y no le voy a dorar la píldora ni gastar 200€.

Opto por una salchicha con mostaza en un puesto ambulante en Charlotenborg, aquí me pierde el haber vivido en Stuttgart, parece que la tradicción de las salchichas es importada de los pueblos alemanes limítrofes, si no fuera así estos daneses estarían comiendo todavía arenques. Y hablando de arenques, aunque tenga de todo, hay que comprar un variado de Smørrebrød, que es como una tapa, la base es pan de centeno negro y encima lo que haya. Pero muy bueno.
Es curioso este pan (el primer intento de manufacturar plástico) sólo sabe a algo en Dinamarca o en el norte de Alemania. En España sería impensable comerlo, lo he intentado y que no.
Es como las camisas y los jerseys de lana de Irlanda. Te los pones allí y vas genial pero en Zaragoza no visten... Esto será el "Karma del Terruño".

El jardín Botánico, pequeño, nada especial, los invernaderos en obras, hay un paseo con bancos al lado de un estanque que tiene su encanto. No merece la visita por el intento de ver algo, pero si lo que se quiere es estar, pues se va y se está. Lo que sí merece es Assitens Kierkegard, el cementerio donde está enterrado el citado. Soy de una generación en la que se leía a tipos como este. Todavía guardo en mi memoria las páginas de Temor y Temblor, el dilema existencial de la decisión.
Hace sol y voy peregrinando a la tumba del tipo, curioseando, en un principio me dedico a buscar las tumbas de los célebres pero la fascinación crece y me empiezo a encuentrar de todo (que no estaba buscando): gente de picnic, actuaciones musicales callejeras (o de cementerio, supongo), familias rezando a familiares, señoritas tomando es sol en top less... Me quiero quedar a vivir aquí (en el cementerio)...

Toda la tarde la paso tumbado en la hierba, leyendo, estando, entre muertos y mujeres desnudas...

Luego salgo a un barrio muy étnico con infinitas posibilidades, infinitas caras, infinitos caminos y los restaurantes indios de toda la vida... Me empieza a fascinar esta ciudad. Hay paz y bicicletas, muchas bicicletas.
Si el karma me trae otra reencarnación quiero nacer en Copenhague, aprenderé a hacer castillos con los Lego...

Vuelvo al hotel sin buscar nada, sin seguir ninguna ruta, llegando sin la idea de llegar...

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